Memorias de un español infiltrado en el viejo Hollywood

Enrique Herreros, amigo de las estrellas de la vieja meca del cine y promotor de cientos de estrenos, publica 'Los dos Herreros. Cuando Hollywood brillaba en la Gran Vía' (Modus Operandi), donde vierte todos sus recuerdos y anécdotas

Enrique Herreros y su trinchera de recuerdos José Ramón Ladra

Se puede viajar al pasado sin Delorean ni máquina del tiempo. Basta una memoria prodigiosa y una vida que ya le gustaría haber inventado a Billy Wilder. A sus 93 años, Enrique Herreros se mueve despacio pero piensa deprisa. No hay fecha que ... se le escape, ni nombre que olvide. Cuando el pasado se diluye, aprieta los ojos para invocarlo, piensa en fotogramas por segundo y lo rememora. «Es que he visto mucho. He corrido demasiado, ahora me arrepiento», se justifica desde su trinchera madrileña, patrimonio inmaterial repleto de archivos y vivencias.

Escoltado en su despacho por cientos de retratos de las grandes estrellas de la vieja meca del cine, «las de verdad», vuelca sus recuerdos en 'Los dos Herreros. Cuando Hollywood brillaba en la Gran Vía' (Modus Operandi) , un homenaje a su padre, Enrique Herreros, el humorista y cartelista que descubrió a Nati Mistral, el mánager personal de Sara Montiel, a quien le dio nombre , y, según Berlanga, el hombre que «inventó la promoción y la publicidad». «Todo lo que soy se lo debo a mi padre», reconoce con admiración Herreros hijo, que publicó en ABC 444 artículos. «Él se lo merece. Cuando Picasso pensó que le iba a pedir un cuadro y le preguntó en mal tono andaluz que qué quería, no se amilanó y le dijo: 'Mire, don Pablo, tocarle los muslos a usted, para mañana cuando vaya a Madrid a mi tertulia decirle que le he tocado los muslos a Picasso' ».

Portada de 'Los dos Herreros' Modus Operandi

Lo suyo por «el Gran Herreros» es devoción absoluta, más incluso que por el Real Madrid y el cine. De pequeño le acompañaba a todas partes, incluida la sala de pruebas de Filmófono. «Me he criado allí; el proyeccionista me metía en la cabina y me daba capones». Su padre le señalaba a todas las celebridades y fomentaba su retentiva. «Me decía: 'Niño, ¿quién es ese?' Y yo decía: 'Fulano'». Los conocía a todos. Las peripecias de Totó en 'Cinema Paradiso' parecen sacadas de su propia infancia.

Con el corazón dividido en dos patrias, Herreros habla en español pero piensa en inglés, idioma con el que refranea y hablaba con los protagonistas de las películas que estrenaba. Fue jefe de comunicación de United Artits , la compañía fundada por Charles Chaplin, Douglas Fairbanks, Mary Pickford y David Wark Griffit, en Madrid; de la Paramount para Iberoamérica y de las superproducciones de Samuel Bronston. Dirigió la publicidad de las películas de CBS Cinema Center en España e Iberoamérica y del productor Melvin Simon en Hollywood. Fue amigo de George Hamilton, vivió en casa del genio mudo del bastón y el bigote y durmió en la habitación de Elizabeth Taylor , a quien le custodió sus preciadas joyas –«lo que llevaba dentro, joe» – y con quien compartía su pasión por el cine. «Me llevaba genial con ella. Cuando estaba liada con Hamilton, [el magnate Adnan] Khashoggi nos invitó a su finca Al Baraka, en Marbella. Ella se pasaba las horas en la cama y yo entraba a hablar de Hollywood. Sobre todo de directores de fotografía, y yo me quedaba...», dice en un suspiro, reclinado en su silla, mirando al cielo. «Lo sabía todo. Había trabajado con Joseph Ruttenberg ('Una mujer marcada'), William H. Daniels ('La gata sobre el tejado de zinc')... con todos», cuenta, fascinado.

Además de lujo y viajes, con la diva de los ojos violeta compartió también confidencias . «Un día me preguntó si había tratado mucho a Rock Hudson. Yo le traje dos veces a Madrid y le dije que sí, pero que no me había acostado con él. Se echó a reír, se tapó la boca y me contó que ella sí, una vez, rodando la película 'Gigante', en Texas», asegura, y señala una foto dedicada del actor, en una taberna.

Se pierde entonces en el museo que tiene por casa, en su adorada calle Alburquerque. Recorre la estancia de un vistazo y se permite hacer de guía por esos recuerdos atrapados para siempre en marcos de fotografías. «Otra me la dedicó Alain Delon. Esta es muy buena, en el Palacio de la Música, Grace Kelly y Rainiero , cuando estaban de viaje de novios hicieron aquí el documental de la boda», rememora.

Un baúl de recuerdos

Un tesoro de madera y cristal donde guarda, incluso, un regalo de la Academia de Hollywood, a cuyos premios acudió en persona en diecinueve ocasiones y de la que es miembro. Para las fotografías más personales, sin embargo, reserva cierta solemnidad e incluso se levanta: «Con Chaplin, dedicada, en el Hotel Savoy la mañana siguiente al estreno mundial de 'Un rey en Nueva York'. Esta es muy importante, con Luis Miguel Dominguín , mi padre y yo», muestra. En algunas aparece el propio Herreros, como una con Taylor, de cuando era periodista y la perseguía; otras tienen unas palabras especiales, como la de Dustin Hoffman: «Es encantador, me llamaba Kiki, vino por 'Papillon', pero no me gusta, soy muy viejo ya», explica, y, con su ácido sentido del humor, dice que ya está «esperando a Mr. Jordan», una expresión que le debe a la película 'El difunto protesta' y con la que solían bromear los dos Herreros: «Mi padre y yo cada vez que veíamos a un hombre en mal estado decíamos: 'Ay, que se lo va a llevar Mr. Jordan'. Por eso yo, respetuosamente, siempre digo Mr. Jordan».

Enrique Herreros José Ramón Ladra

Herreros habla como Vito Corleone , pero lo suyo son las películas que preceden a la obra de Coppola. Es capaz de recitar por orden las películas premiadas con una estatuilla en la década de los cincuenta, pero el cine moderno no le «interesa», Meryl Streep le aburre y cree que los intérpretes, ahora, «no son estrellas sino gente normal disfrazada de actores». «Cuando vi 'Tiburón', que la estrené en el Gran Vía y en el Lope de Vega, con sus efectos especiales… Spielberg y Lucas se han cargado el cine con los efectos especiales. En Semana Santa vi 'Los diez mandamientos', de DeMille, del 56, y cuando veo ese derroche de gente pasando el Mar Rojo y ahora veo 'Gladiator', que todo está pintado… no puedo», confiesa. Eso sí, suyo es el mérito de haber coordinado la campaña de 'Volver a empezar', que convirtió a la película de José Luis Garci en el primer filme hablado en español con un Oscar, y de replicar la gesta con 'Belle Époque', de Fernando Trueba.

Tiene tantas historias con los dioses del séptimo arte que sus chascarrillos se atropellan. Fue testigo de las melopeas de Robert Mitchum, organizó un pase privado para que Ava Gardner –«bellísima, pero no se ha acostado con tantos como presumen»– viese a Frank Sinatra en 'No serás un extraño' (1955) y se tomó con ella un whisky con cerveza en La Mallorquina. Inauguró, por orden de Samuel Bronston, e l bar Nickass, de Nicholas Ray , en Avenida de América, con «todo el Hollywood de Madrid»; acompañó a Tyrone Power a comprar lotería y se quedó encerrado en un ascensor con Rita Hayworth durante una hora . Incluso tuvo un idilio con la protagonista de 'Sayonara'. «Hay un refrán que dice: 'Don’t shit where you eat (no cagues donde comas)'. Yo solo he tenido un lío. 'One is enough'», reconoce, no sin advertir: «Mis anécdotas son verdad. He tenido que limar, porque si cuento todo…».

Gardner y Sinatra

Era otro mundo. Uno en el que Hollywood se mudó al Mediterráneo y sus películas brillaban como nunca en Gran Vía. Unos tiempos, a partir de los cincuenta, en los que Enrique Herreros se codeaba con el 'star system', un infiltrado en la meca del cine que acompañaba a las estrellas en sus correrías. « Madrid era un pequeño Hollywood. Uno iba al Hilton y podía estar David Niven, Cary Grant… En España rodar era mucho más barato porque la mano de obra era más barata y les convenía», cuenta, y dice, riendo: «Con Franco no podías cagarte en él ni decir 'viva el comunismo', pero la jodienda…».

El fin de una era

Pero todo eso, las capeas, las noches en Chicote, la fiestas de madrugada en un piso de Doctor Arce frente al general Perón… se ha esfumado, como sus protagonistas. D e los catorce cines que había en la Gran Vía ya solo quedan tres . «De tarde, después de la función, veías a las mujeres más impresionantes vestidas de punta en blanco saliendo de los cines, los cines llenos. No he pasado por la Gran Vía desde hace 4 años. Veo aquello derruido… es mi vida, que está ahí. No puedo», revela. Por eso se resguardó tras su escritorio, en ese despacho que es casi un santuario, y se puso a escribir, recordando. «He puesto todo lo que vi y me he emocionado», susurra. Por suerte queda Herreros para rato, para pararle los pies a Mr. Jordan y mantener viva su memoria.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios